
Gigantes con pies de barro que se deshacen al sol de la verdad y del esfuerzo, cuya moneda de pago suele ser el agravio, cuando su indolencia no se convierte en desdén o desprecio de los aficionados que hasta ayer se quemaban las manos aplaudiendo sus jugadas o se quedaban "roncos" vitoreándoles.
El sacrificado profesional "que todo se lo debe a la afición" (y a su esfuerzo) está en vías de extinción. Los agentes, dirigentes y demás chusma canalla con derecho a comisiones, porcentajes y toda clase de "pellizcos", le han dado "el tiro de gracia".
Ya, ni lo más sagrado (el escudo) se respeta. "No es tan importante". "Se ha cambiado otras veces y nadie ha dicho nada". "Le hemos quitado al león la corona y esa lengua tan rara que le afeaba" (se atrevió a decir un reputado "tomate" en la junta de accionistas, que debe estar verde porque no se puso colorado por decir tamaña sandez propia de iletrados falseahistorias).
Un ligero retoque de modernidad ha sido el detonante para que, tras el fracaso y descenso de la temporada pasada verbigracia del pertinaz desatino de la cúpula dirigente (la visible y la invisible), la afición se resquebrajara de manera que será preciso dar atinadas y continuas puntadas para recomponer con "buen zurcido" el agujero por donde mana la sangre de tantos zaragocistas traicionados y estafados con el "sueño europeo" que han despertado en el "erial de la segunda división".
"Hay algo allá arriba en la grada, más grande que una ciudad..." - decían los de Tako en su canción. La afición del Real Zaragoza debe volver a estar con su equipo y seguir contra sus dirigentes hasta recuperar el poder de decisión. En Vitoria, los seguidores del Alavés con Piterman, pueden decirnos como se echa a un propietario "que ni las pone ni las avala". ¡Ay, Agapito! ¿Facturas o las ganas? De todas maneras, por lo menos: avala. Y si no puedes o no quieres avalar: vende. Pero, como a los inquilinos a los que la ley protege tras un prolongado arrendamiento, déjanos ejercer el derecho de tanteo con las cuentas y el capital desvirtuados a su tamaño real.
manolomel.
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